Monday, February 17, 2014

LA UNIVERSIDAD DE LA BARBACOA

Esta Carta tenía como título original “Vivir Sin Jefe: El reto de la educación” y se inscribiría en la pista donde aterrizar el II Foro Regional de Educación, que se inaugura el miércoles 19 de febrero, en las instalaciones de el ISCEEM Tejupilco. Pero la incontinencia verbal de Eruviel Ávila, a tono con la restauración de las prácticas más célebres del Ogro Filantrópico, como acertadamente nombrara Octavio Paz a toda acción del Estado mexicano, anuncia la creación de una escuela para (de) formar  especialistas, en uno de los platillos típicos de la gastronomía nacional, la barbacoa.
Sin duda que este anuncio del absurdo será uno de los temas que se presumirán con trompetas y heraldos en este evento. Seguramente los “Doooctores” de las mentiras pontificaran sobre las ventajas de la teoría sobre la práctica. No dudo que se den a conocer programas especializados para construir los hoyos del “entierro” del borrego, con tecnologías sofisticadas. Es probable que se anuncien coinversiones con japoneses (viste mucho nombrar a ese país) y sin duda que habrá representantes de Knorr Suiza promoviendo su sazón “Ixtlahuaca” para las Amas de casa “contentas”. Hay que esperar a conocer los posgrados en salsas, tortillas, engorda del animal, conservas, enlatado, condimentos y por supuesto que un área dedicada a la formación de Chefs Cordon Blue, que convertirán el plato con dos tacos, en un “nouvelle cuisine”. Sin duda que tan ingente idea tendrá que ser acompañada de un cambio en el nombre de algún municipio del estado de México, o mejor uno de cada entidad de la República donde se prepara este tradicional platillo, por el de Capulhuac de Eruviel o algo así, que recuerde este brillante gesto e inmortalice a perpetuidad al autor de tan maravillosa iniciativa. Total, ya en el colmo del absurdo, un despotismo de este tamaño, todo lo puede.
Ironías aparte, en México, la vida no siempre ha sido así. Hubo una vez que en México, era humillante pertenecer a las burocracias, mucho más a la pública que a la privada. Nada ilustra mejor este recuerdo que Gedeón, el personaje de la tira de los Supermachos que personifica al burócrata municipal, con cubremangas, visera, lentes y tirantes, rostro famélico y con una actitud servicial que raya en la ignominia. Todavía a mediados de los años 50’s el número de patrones o empresarios censados ascendía a 3.5 millones, por 3.8 millones de trabajadores, ya sean estos obreros calificados o no y empleados.
En México lo tradicional fue vivir sin jefe. Antes, José María Luis Mora escribió un famoso "Discurso sobre los perniciosos efectos de la empleomanía" en 1827. Recuerda muy bien G. Zaid en un ensayo publicado con el titulo “Vivir sin Jefe” que “la disciplina de ir a un lugar de trabajo, marcar tarjeta y recibir órdenes no formaba parte de la cultura mexicana; y no fue fácil de aceptar, cuando el país empezó a piramidarse”.
Conozco muy bien esta historia, son recuerdos muy cercanos, como que mi biografía abreva de dos familias muy bien diferenciadas en la época de Oro de México: la familia Paterna, por una parte, se formo de empresarios inaugurales, del autotransporte, de la construcción, de la agricultura y de la industria automotriz y, por otro lado, de empresarios en oficios tan fascinantes como la carpintería, la sastrería, la imprenta o los obradores. En cambio, la línea materna me surtió de ejemplos de personas empleadas en nacientes empresas, donde la constancia, lealtad y responsabilidad fueron el sello, para alcanzar la jubilación, tras 40 años de trabajo sin descanso. Los contrastes eran más que evidentes para aquel niño, para mis ojos que empezaban a entender la vida. Mientras mi Bisabuelo Ezequiel Garcia vivió con la fama de haber construido mas de cien casas y construcciones que aun existen y en perfectas condiciones en el DF, sin haber pasado ¡jamás! por ninguna universidad, mi Abuelo materno, en cambio, me aconsejaba sobre la economía y como “recoger los clips tirados en el suelo, generaba utilidades para la empresa donde trabajas”.
No fue difícil, para mí, elegir qué clase de vida deseaba seguir. Pero tampoco era tan obvia, porque mis dos hermanos, siempre optaron por seguir las enseñanzas del abuelito Pepe Ruiz y son actualmente empleados, en compañías privadas y dicen que viven felices con sus familias, compran en el súper, van a misa dominical, se emocionan con los juegos del futbol,  critican al “Peje” y donan al Teletón…
No fue mi caso, donde combine una brillante carrera universitaria, con estudios complementarios y la práctica de la docencia universitaria. Me convertí en un funcionario público, solo el tiempo necesario para comprender que no había nacido para recibir órdenes. Le renuncie a Humberto Mosconi, quien me contrato en una paraestatal (Sidena) para liquidar a cientos de empleados y no quise acompañarlo en su camino que incluyo luego Dina, Komatzu, Concarril, Ferrocarriles Nacionales de México y CONASUPO, todas ellas extintas empresas paraestatales a donde llego como Director General, exclusivamente para liquidarlas por completo. El Ingeniero Mosconi, egresado del IPN es uno de estos personajes oscuros que nunca se habla de ellos y que han dañado fatalmente el patrimonio y el espíritu de México.
Todavía intente hacer algunas cosas útiles en la SEP, pero la muerte de Don Jesús Reyes Heróles acabaron con las promesas de hacer de la educación, palanca de desarrollo y entonces, a la primera oportunidad, no dude un momento para como “Hernán Cortes” –así me decía un pariente querido- liquidar todos los bienes que poseía en la Ciudad de México y buscar ser mi propio Jefe, en esta región sur del estado de México.
“Vistos con ojos progresistas, los empresarios rústicos son proletarios dignos de lástima o reaccionarios dignos de exterminio... para el fisco, evasores… para las grandes empresas, competidores desleales... para los académicos y tecnócratas, gente reacia a la educación y a la ayuda… para el marxismo (la izquierda del PRD) vidas despreciables (cuando no exterminables)… Esta fue la dedicatoria que escribí al realizar mi Tesis para titularme como Economista en marzo de 1981. La mención Honorifica que me confirió la UNAM se sintetiza en este hallazgo, en esta filosofía educativa de de la felicidad. Mi encuentro con Gabriel Zaid, autor de la cita, tiene también un origen, en una sugerencia de lectura de parte de un amigo cuyo nombre significa Padre y de mis orejas dispuestas a escuchar. La lectura del Progreso Improductivo me ha conferido la capacidad para reflexionar (repensar sic) la educación de otra manera, para aventurarme en la empresa, para cocinar, sembrar árboles, criar animales, cantar, escribir, transitar de comerciante de alimentos para el cuerpo a comerciante de alimentos para el alma de la gente. Pero lo más importante, me ha dado la oportunidad de dejar mis propios ejemplos y ser testigo partícipe de la cultura y la educación particular, frente a los monopolios del saber institucional.
En junio de 2013 la Revista Expansión publico un artículo titulado “Hago lo que quiero” que trata cuatro casos reales de profesionistas que abandonaron puestos de cierta importancia en grandes corporaciones asentadas en México DF. Sus casos, relatan ellos, les ocasiono ver disminuidos en un principio, sus ingresos entre 25% y 90%, y poco a poco ir mejorando, aunque sin llegar aun a las percepciones que obtenían como empleados. No fue mi caso, que al asentarme en Temascaltepec, en menos de seis meses ya tenía ingresos de más del doble de los que obtenía como Director de Orientación Educativa en la SEP.
Hoy que se fundan Universidades de la barbacoa y que aparecen como hongos departamentos de Emprendedores, desde la academia, no puede soslayarse que lo esencial, es que el  desempleo juvenil en México es altísimo. La cuarta parte de los jóvenes ni estudia ni trabaja. Y todavía más impresionante es el hecho de que hay más desempleo entre los que tienen una licenciatura. Hay algo que está mal en la oferta educativa. No corresponde al desarrollo integral de las personas ni a la demanda de habilidades prácticas. De muchos graduados se dice, con extrañeza, ¿que qué les enseñaron?, porque no saben hacer nada… 

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