Tuesday, November 22, 2011

EL LABERINTO DE LA SOLEDAD. INAUTENTICIDAD


Acostumbrados a la muerte y a la eficacia y eficiencia (el Gel Boy dixit) de las campañas mediáticas les llaman -a la distracción y la mentira en prensa, radio y TV- ya casi nadie recuerda al difunto Blake, ni a la forma en que se llevaron a cabo los comicios electorales en Michoacán. Apenas y se repara en los resultados: el rechazo de la población intimidada, a los gobiernos emanados del PRD; el repudio a lo que huela a PAN y a Felipe Calderón; y, como en España, donde arraso ayer domingo el Partido Popular, es decir la sombra de Francisco Franco, cabalgando nuevamente como el Cid Campeador, los michoacanos se abandonaron a la suerte del PRI. En tanto a Gobernación llega Alejandro Poiré, quien no es Poirot y  México no es el Nilo.
Es el retorno a ese laberinto de la soledad, donde se refugia el desánimo mexicano. Al sujeto presente que no encuentra oportunidades de rehacerse, de reflexionar, de repensarse y rebelarse Se han roto los diques del tiempo y los espacios propios. La vida se ha convertido en una lanzadera que no cesa de moverse a ritmo frenético. Como pirinolas, los episodios diarios en la vida nacional, se convierten en ajustes en el horario vital, que se modifica al capricho de los negocios de Wall Street; en días feriados que no lo son;  en promociones comerciales para acostumbrar al consumidor nacional, a ser una bestia compulsiva devoradora de ofertas, de saldos, de promociones, de inventarios estancados en bodegas.
Recordemos ciertas categorías que utiliza Octavio Paz: la máscara, la fiesta, lo abierto y lo cerrado, más la pareja fundamental: soledad-comunión. “La fiesta es, en efecto, categoría esencial en el libro de Octavio, pues le permite entrar en un tema que le fascinó toda su vida, que es el tiempo mítico, no el tiempo del reloj, no el tiempo lineal, sino el tiempo detenido, el instante eterno. Y una de las instancias privilegiadas de ese tiempo detenido es el amor (de esto trataré de entender la Republica Amorosa de AMLOVE), tema privilegiado en la obra de nuestro autor”¹.
Las categorías mencionadas son herederas de una época Se trata de un estudio de caracteres y salta a la vista la habilidad del novelista en el trazo de estas conductas paradigmáticas. Estupendos retratos de personajes que él califica de elusivos, desconfiados, defensivamente corteses, inmensamente susceptibles, herméticos, recelosos, miedosos ante cualquier apertura: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa…”²
Hay otra categoría que se contrapone a la de la máscara y que Paz utiliza para estas descripciones duras, descarnadas, del mexicano medio y es la de autenticidad. Para Octavio “autenticidad” es palabra clave, que él utiliza para ordenar y periodizar la historia de México. Según Octavio, por ejemplo, el porfirismo es inauténtico. La pareja es esa: autenticidad e inautenticidad. Si Octavio trazo un interesantísimo análisis del Liberalismo y de la Reforma en que reconoce que fundan el Estado moderno mexicano, también sostiene que no expresan los mitos, la comunión, el festín de la nación mexicana. El liberalismo sería una ideología que no representa la realidad social del país, es una ideología abstracta, no es auténtica. La Reforma y Juárez tendrá muchas virtudes, pero no la de la autenticidad y por eso fracasó, porque expresaba un universo de ideas profundamente separadas de la realidad mexicana: “La permanencia del programa liberal, con su división clásica de poderes –inexistentes en México, su federalismo teórico y su ceguera ante nuestra realidad, abrió nuevamente la puerta a la mentira y la inautenticidad. No es extraño, por lo tanto, que buena parte de nuestras ideas políticas sigan siendo palabras destinadas a ocultar y oprimir nuestro verdadero ser”²
¡Que falta haces Octavio el filosofo!, para explicar a la nación mexicana, avasallada por el retorno de lo mas inauténtico y opuesto al ser nacional. Le llaman Neoliberalismo y algunos de sus epítomes mas promovidos, solo algunos, son: las modificaciones al artículo 27 constitucional que permiten enajenar latifundios y tierras comunales, así como los cambios constitucionales (82 y 115 por decir solo unos) encaminados a organizar una democracia parlamentaria en detrimento de un sistema político propio. Son la imposición de horarios, al igual que los cambios en los periodos vacacionales –de invierno a verano- siempre para ajustar la vida nacional a los tiempos y ciclos comerciales-financieros norteamericanos. Es la firma de un acuerdo comercial desventajoso y desigual,  tan nocivo como la campaña inaugurada este pasado fin de semana para hacer que la gente consuma y no ahorre. Son las mescolanzas entre el derecho escrito y el oral, tanto como la apoteosis de la criminalística (tipo Criminal Minds o CSI) y las crecientes apologías a las fuerzas militares, las policías, marineros y fuerzas de represión en general, que este 20 de noviembre desfilaron en recuerdo de un aniversario mas de la Revolución Mexicana, en vez de las juventudes y los deportistas tradicionales.
Hay que recordar que para Octavio Paz, justamente es la Revolución Mexicana “el momento de la sinceridad histórica, sería el momento de la recuperación de este ser original que él intenta descubrir en El laberinto de la soledad”¹. Y dentro de la Revolución Mexicana será el zapatismo el que más se acerque a la autenticidad anhelada. “La Revolución restablece el tiempo original, la Revolución busca la fundación de un tiempo mítico anterior. ¿Cuál es ese tiempo mítico? Es la Edad de Oro, justamente. El zapatismo le sirve para ejemplificar la idea”¹
¹ 50 años: El laberinto de la soledad  Alejandro Rossi  ² El Laberinto de la Soledad  Octavio Paz













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